Cuando Neptuno en tránsito hizo parada en el pueblo de los horrores...


Llegó rodando con su orquesta a cuestas y se instaló por largo tiempo en aquel lugar donde los monstruos malditos se refugiaban desde hacía mil, desde que los humanos dejaron de temerlos, al principio se incrementó el número de habitantes pero llego una noche que ya no caían más del cielo, nada, ni un hombre del saco ni un vampiro desorientado, se vieron desterrados deambulando por aquel pueblucho hasta que la orquesta de Neptuno los hizo bailar.

Sonaba la flauta, sonaba el violín, sonaba la guitarra y sonaban gemidos nada diferentes de los humanos en aquel pueblo de los horrores, sonaba la música y soñaban los monstruos, soñaron tanto desde que Neptuno se acomodó allí que cuando se despidió de ellos con un solo de trompeta la decepción del despertar se hizo tan grande que el amor resbaló por los adoquines hasta ser tragado por las alcantarillas.

Cada presencia espectral y monstruosa era un reflejo del otro. Demasiado fea y grotesca. Nadie se atrevió a mirar más allá. Ni a limpiar los cristales. Ni a barrer las aceras.

La única sobreviviente fue la sombra.


Imagen: Ray Caesar.

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